¿Sabías que las palomitas llevan miles de años siendo parte de nuestra cultura y que su vínculo con el cine no siempre fue fácil? Este snack, hecho de maíz reventado, tiene un origen antiguo: se cree que los mayas en Tehuacán, Puebla, ya las consumían hace 9,000 años.
El invento clave para su popularidad fue la máquina de palomitas creada por Charles Cretors en 1893 en Chicago, diseñada inicialmente para rostizar cacahuates, pero que pronto se adaptó para preparar palomitas con mantequilla y aceite al mismo tiempo.
Aunque hoy son indispensables en las salas de cine, en sus inicios estaban prohibidas dentro de las salas. Las películas mudas requerían silencio, y los dueños temían que las palomitas dejaran olores y suciedad. Sin embargo, los vendedores ambulantes afuera ofrecían este bocadillo económico, que se convirtió en un favorito durante la Gran Depresión de 1929, cuando la gente buscaba entretenimiento accesible.
La llegada del cine sonoro en 1927 cambió la situación: con diálogos y música, el ruido de masticar ya no molestaba, y las palomitas comenzaron a venderse dentro de las salas. Durante la Segunda Guerra Mundial, la escasez de azúcar hizo que los caramelos desaparecieran, dejando a las palomitas como el snack cinéfilo por excelencia.
Hoy, gracias también a la popularidad del microondas, las palomitas se disfrutan en casa o en el cine. En México, se consumen millones de bolsas al año, y sin importar cómo las llames —pochoclo, cotufas, canguil o pororó— siguen siendo el acompañante perfecto para cualquier película.