Un estudio publicado recientemente en la revista Cell reveló que las papas modernas tienen un origen inesperado: surgieron gracias a un cruce entre un antiguo pariente del tomate y una planta del grupo Etuberosum hace entre ocho y nueve millones de años. Esta hibridación dio origen a los primeros tubérculos almidonados del planeta, sentando las bases del alimento que hoy alimenta a miles de millones de personas.
Las papas pertenecen al género Solanum, que también incluye tomates, berenjenas y pimientos. Para rastrear su historia, un equipo internacional de científicos secuenció genomas completos de seis especies de papa y los comparó con otras 21 especies de Solanum y 128 genomas adicionales. Descubrieron que la papa moderna desciende de un grupo híbrido llamado Petota, resultado de aquel cruce ancestral.
El estudio detalla cómo el antiguo tomate aportó el gen SP6A —responsable de activar la formación de tubérculos—, mientras que el Etuberosum contribuyó con el gen IT1, que regula su crecimiento. Esta mezcla genética fue clave para que las nuevas plantas colonizaran los Andes cuando la cordillera comenzó a elevarse hace unos 10 millones de años, creando un entorno frío y seco ideal para su expansión.
“Es la primera vez que se demuestra que un rasgo evolutivo clave, como el tubérculo, surge de la hibridación de dos especies”, señaló Ole Seehausen, ecólogo evolutivo de la Universidad de Berna, quien no participó en el estudio.
Los investigadores también esperan que estos hallazgos impulsen el desarrollo de nuevas variedades de papa más resistentes. Sanwen Huang, biólogo genómico del Instituto de Genómica Agrícola de Shenzhen, trabaja en crear papas híbridas cultivables a partir de semillas, lo que permitiría eliminar mutaciones perjudiciales acumuladas en los clones actuales y reducir su vulnerabilidad a enfermedades.
Así, el humilde tomate podría ser la clave para el futuro de la papa… y de nuestras papas fritas favoritas.
