Durante décadas, las ballenas francas del Atlántico Norte simbolizaron una de lastragedias ambientales más graves del planeta. Cazadas hasta casi desaparecer y posteriormente afectadas por colisiones con embarcaciones y redes de pesca, su población llegó a niveles críticos. Sin embargo, un nuevo informe del North Atlantic Right Whale Consortium, presentado en Massachusetts, ofrece un rayo de esperanza.
Según el reporte, en 2024 existían unas 384 ballenas francas vivas, unas pocas más que el año anterior, lo que representa el cuarto año consecutivo de crecimiento. Aunque el aumento es modesto, los científicos lo califican como un “optimismo cauteloso”, después de una década de caídas que redujeron la población en casi un 25 %.
“Cada año sin muertes es una victoria”, afirmaron los investigadores del New England Aquarium, quienes atribuyen el progreso a nuevas restricciones de pesca, el uso de equipos sin cuerdas y una mayor vigilancia marítima.
En 2025, no se ha registrado ninguna muerte confirmada, y los enredos han disminuido significativamente. Este avance se suma a la llegada de once crías, cuatro de ellas de madres primerizas, lo que refuerza la esperanza de una recuperación a largo plazo.
Aun así, los desafíos persisten: el 80 % de los ejemplares vivos ha estado enredado al menos una vez, y muchos animales siguen mostrando heridas antiguas. Los expertos insisten en que la prevención es la clave, mediante zonas libres de redes y límites de velocidad para embarcaciones.
El informe también subraya el papel del trabajo conjunto entre científicos, gobiernos y pescadores, una cooperación que ha permitido detectar y responder con rapidez a los casos de riesgo.
La historia de las ballenas francas del Atlántico Norte es una muestra de cómo la acción colectiva puede cambiar el destino de una especie. Con solo unos cientos de individuos, cada nacimiento y cada año sin muertes representan un triunfo que podría marcar el inicio de una nueva era para estos gigantes del océano.




