Mundo

“Good Boy”: terror desde los ojos de un perro

La cinta reflexiona sobre la lealtad, el duelo y la fragilidad humana

La ópera prima de Ben Leonberg, Good Boy, propone una de las ideas más originales del cine de terror reciente: contar una historia de fantasmas desde la mirada de un perro. Sin efectos digitales ni sentimentalismo, la cinta (filmada a lo largo de tres años) logra una atmósfera íntima, sensorial y profundamente triste.

Ambientada en una cabaña aislada, sigue a Todd, un hombre enfermo que vive junto a su perro Indy. Pero la tranquilidad se rompe con presencias extrañas, sonidos y sombras que solo el animal parece percibir. A través de la cámara al ras del suelo y un diseño sonoro inquietante, Leonberg convierte la perspectiva del perro en un lente emocional: lo invisible se siente, lo audible pesa, y lo que parece amor se transforma en terror.

Con ecos de Presence de Steven Soderbergh y In a Violent Nature, la cinta reflexiona sobre la lealtad, el duelo y la fragilidad humana. Sin grandes presupuestos, pero con enorme sensibilidad, Good Boy demuestra que el horror puede venir de lo más puro: un animal incapaz de entender el dolor humano, pero condenado a sentirlo.

Aunque su narrativa se vuelve repetitiva hacia el final, el filme deja una marca duradera. Su desenlace, melancólico y silencioso, convierte la fidelidad en tragedia. No hay redención, solo amor frente al abismo.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba