Ante la creciente escasez de agua dulce en el planeta, surge una pregunta recurrente: ¿por qué no crear más agua o aprovechar los océanos, una fuente aparentemente inagotable? La respuesta, según la ciencia, no es tan sencilla.
Sí, se puede fabricar agua, pero el proceso es complejo y peligroso. El agua (H₂O) resulta de la unión entre oxígeno y hidrógeno, una reacción que requiere enormes cantidades de energía y puede generar explosiones. Por eso, producir agua artificialmente a gran escala no es viable, explican expertos de la Universidad de California.
¿Y qué ocurre con el agua del mar? Beberla puede ser mortal. La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) advierte que el alto contenido de sal supera lo que el cuerpo humano puede procesar. Al intentar eliminar el exceso, los riñones pierden más agua de la que se ingiere, provocando deshidratación.
La alternativa más prometedora es la desalinización, proceso que elimina las sales del agua marina o de fuentes contaminadas. Hoy, más de 300 millones de personas en el mundo dependen de agua proveniente de plantas desalinizadoras, especialmente en Medio Oriente y el norte de África. Sin embargo, el procedimiento es costoso y requiere mucha energía, además de generar un residuo hipersalino llamado salmuera, difícil de manejar y potencialmente dañino para el medio ambiente.
Pese a estos desafíos, los avances tecnológicos han reducido a la mitad el costo del agua desalinizada en las últimas tres décadas. Para los expertos, este método será cada vez más relevante en zonas con poca agua dulce, siempre que se desarrollen soluciones más limpias y sostenibles para su implementación.




