Ciencia

El impacto ambiental oculto de los automóviles

Uno de los factores más importantes es la huella de carbono asociada a la producción

El impacto ambiental de los automóviles va mucho más allá de los gases que expulsan por el tubo de escape. Desde su fabricación hasta su eliminación, los vehículos motorizados dejan una huella ecológica significativa que suele pasar desapercibida para los consumidores. Comprender este ciclo completo es clave para dimensionar el verdadero costo ambiental del transporte moderno.

Uno de los factores más importantes es la huella de carbono asociada a la producción. Antes de llegar a la carretera, un automóvil requiere grandes cantidades de materiales como acero, caucho, vidrio, plásticos y pinturas, cuya fabricación consume enormes cantidades de energía y recursos naturales. Incluso al finalizar la vida útil del vehículo, su impacto continúa: plásticos, ácidos de baterías y otros residuos pueden permanecer en el ambiente durante décadas. Aunque cerca del 75% de un automóvil moderno puede reciclarse, los procesos de producción y disposición final siguen siendo difíciles de cuantificar y, en su mayoría, ajenos al control del consumidor.

Sin embargo, entre el 80% y 90% del impacto ambiental proviene del consumo de combustible y las emisiones. La extracción de petróleo, su transporte y su eventual combustión generan contaminación atmosférica y gases de efecto invernadero que impulsan el calentamiento global. Por ello, la eficiencia del combustible y la transición hacia tecnologías como los vehículos eléctricos (VE) son esenciales. No obstante, estos también tienen impactos ambientales propios relacionados con su producción y con factores como el origen de la energía utilizada para cargar sus baterías.

A esto se suman los efectos indirectos, como la contaminación del aire a nivel de calle, donde los humanos la inhalan directamente, y la construcción de infraestructura vial, que altera ecosistemas, incrementa emisiones y promueve la expansión urbana.

Aunque los avances tecnológicos ayudan, reducir la huella ecológica del transporte requerirá cambios sistémicos, mejor infraestructura pública y decisiones de movilidad más sostenibles.

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