Wicked: For Good confirma su magia, aunque la segunda parte no disipa todas las dudas
La segunda entrega de Wicked, dirigida por Jon M. Chu, llega para completar una epopeya musical que, en dos películas y casi cinco horas de duración total, busca trasladar la fuerza del fenómeno teatral a la pantalla grande. Si bien la división en dos partes generó cuestionamientos desde su anuncio, Wicked: For Good demuestra que la inversión en personajes, emociones y diseño visual continúa siendo su mayor fortaleza, incluso cuando la mayoría de las canciones más recordadas quedaron en la primera parte.
En esta continuación, el foco se desplaza hacia Glinda, interpretada con sorprendente calidez y vulnerabilidad por Ariana Grande, quien equilibra vanidad, humor y crecimiento emocional para darle nueva dimensión al personaje. Su evolución contrasta con la resiliencia de Elphaba, encarnada nuevamente por Cynthia Erivo, cuyo talento vocal y profundidad dramática siguen siendo el corazón del relato.
El guion de Winnie Holzman y Dana Fox entrelaza ingeniosamente elementos del universo de The Wizard of Oz, integrando guiños a Dorothy, al León, al Hombre de Hojalata y al Espantapájaros, sin desviar la narrativa central sobre injusticia, propaganda y la demonización de la otredad. Michelle Yeoh se impone como la verdadera villana, Madame Morrible, mientras Jeff Goldblum encarna a un Mago tan encantador como inútil.
Visualmente, la película es un festín: los diseños de producción de Nathan Crowley y el vestuario de Paul Tazewell deslumbran con colores, texturas y un Oz vibrante, aunque por momentos saturado por la coreografía y la cámara en constante movimiento.
El desenlace, ya conocido por los fans del musical, se siente más emotivo que nunca gracias a la química entre Erivo y Grande, cuyo dueto “For Good” resume la esencia de la historia: una amistad transformadora capaz de resistir el poder, el miedo y la separación.




