Jim Jarmusch regresa con Father Mother Sister Brother, una película que retoma el formato de relatos fragmentados que el cineasta exploró en Mystery Train y Coffee and Cigarettes, pero desde una nueva perspectiva: la de un autor más sereno, atento a los matices y a los silencios que construyen —y separan— a las familias.
El largometraje se divide en tres historias aparentemente inconexas, aunque unidas por pequeñas resonancias: un reloj dudoso, una mesa llena de tazas, un viaje en auto que abre puertas a conversaciones postergadas. Detalles mínimos que funcionan como latidos y terminan entrelazando escenarios tan distintos como el noreste nevado de Estados Unidos, una casa victoriana en Dublín y un departamento vacío en París.
En el primer segmento, Adam Driver y Mayim Bialik interpretan a dos hermanos que visitan a su padre, interpretado con gran precisión por Tom Waits. La tensión afectuosa que se respira entre los tres resume la mirada de Jarmusch: nada espectacular sucede, pero cada gesto es significativo.
La segunda historia reúne a Charlotte Rampling con sus hijas, interpretadas por Cate Blanchett y Vicky Krieps. Jarmusch convierte este encuentro doméstico en una comedia seca que revela secretos, mentiras piadosas y tensiones que laten bajo la superficie.
El tercer relato, protagonizado por Indya Moore y Luka Sabbat, es el más contemplativo. Los hermanos regresan al departamento vacío de sus padres, enfrentándose a la memoria, al duelo y a los silencios heredados.
Visualmente, la película es sobria y luminosa. Frederick Elmes y Yorick Le Saux encuentran belleza en lo mínimo, creando un clima sereno donde lo cotidiano adquiere profundidad.
Con esta película, Jarmusch confirma que lo familiar es siempre un misterio: un territorio de silencios, huecos y afectos que, aunque nunca se resuelvan del todo, siguen revelando emociones esenciales.



