En 2010, la tundra siberiana reveló uno de sus secretos mejor guardados: “Yuka”, un mamut lanudo juvenil hallado por cazadores cerca de la costa ártica. Conservado durante casi 40 000 años en el permafrost, su cuerpo —con pelaje, tejidos e incluso el cerebro intacto— ya había sido clave para descifrar partes del genoma de la especie. Sin embargo, un nuevo análisis científico reveló un descubrimiento aún más excepcional: restos de ARN antiguo, las moléculas que activan genes y permiten la creación de proteínas.
El estudio, publicado en noviembre, marca la primera vez en la historia que se recupera ARN de un mamut lanudo y constituye las secuencias de ARN más antiguas jamás extraídas. A diferencia del ADN, que puede sobrevivir milenios, el ARN suele degradarse rápidamente, por lo que su hallazgo abre una nueva ventana al funcionamiento biológico de especies extintas.
Los investigadores analizaron muestras de Yuka y de otros mamuts encontrados en Siberia, pero solo este espécimen conservaba fragmentos de ARN capaces de mostrar qué genes estaban activos en sus tejidos al momento de su muerte. Entre ellos, señales claras de estrés celular, que sugieren que sus últimos instantes fueron traumáticos. Algunos especialistas plantean que pudo haber sido atacado por depredadores antes de caer en un estanque helado.
El análisis también reveló una sorpresa: aunque inicialmente se pensó que era hembra debido a sus características anatómicas, Yuka era genéticamente macho, lo que obliga a reinterpretar aspectos de su desarrollo y crecimiento.
Si bien estos fragmentos de ARN no permiten, por ahora, avances directos en la desextinción del mamut, el hallazgo representa un hito fundamental. Permitirá comparar la expresión génica de especies extintas y modernas, y quizá algún día comprender qué genes dieron a los mamuts su pelaje lanudo característico.
