A inicios del siglo XX, artistas como Edvard Munch, Käthe Kollwitz, Arnold Böcklin o Akseli Gallen-Kallela retomaron la estética gótica —su dramatismo, sus símbolos religiosos y su fijación con la muerte— para explorar los miedos y pasiones de la modernidad.
Más que una simple nostalgia medieval, este “regreso al gótico” representó una rebelión contra la razón y una búsqueda de lenguaje para expresar las nuevas angustias del mundo moderno: la alienación, la pérdida de fe y el trauma colectivo tras las guerras y transformaciones sociales.
La oscuridad, que antes simbolizaba el pasado, se convirtió en una forma de introspección emocional y espiritual, donde el cuerpo y el alma eran escenarios del deseo, la enfermedad y la finitud.
📖 El ensayo “El arte moderno gótico”, de Vibeke Wållann Hansen (traducción de Marén García), publicado en la Revista de la Universidad de México, analiza cómo estos artistas reinventaron lo gótico para narrar la sensibilidad quebrada de su tiempo.
🖼️ Marianne Stokes, La doncella y la Muerte —una imagen que resume la belleza trágica de esa mirada— acompaña este diálogo entre arte, muerte y modernidad.




