Tras el éxito de The Black Phone en 2021, Scott Derrickson regresa con su secuela, Black Phone 2, reinventando al terrorífico Grabber (Ethan Hawke) como un ente sobrenatural que acecha los sueños, evocando ecos de Freddy Krueger. Ambientada en 1982, la historia sigue a Finney (Mason Thames), ahora adolescente marcado por traumas, mientras su hermana Gwen (Madeleine McGraw) lidera la narrativa con visiones cargadas de simbolismo religioso, que los llevan a un campamento nevado donde los horrores del pasado permanecen congelados.
La película destaca por su atmósfera helada y opresiva, reforzada por la música incisiva y un diseño sonoro que convierte los terrores nocturnos en una realidad palpable durante la vigilia. Visualmente, Black Phone 2 ofrece momentos memorables, como secuencias en cabinas telefónicas rodeadas de espectros o enfrentamientos sangrientos que homenajean el terror ochentero sin caer en la imitación.
Sin embargo, la cinta tropieza con su propia ambición: el guion recurre a excesos expositivos y subtramas religiosas que diluyen la tensión, y la transformación de Grabber en un ente metafísico funciona solo a ratos. Aunque Ethan Hawke mantiene su presencia inquietante, el monstruo pierde fuerza en comparación con su encarnación original, acercándose por momentos a referencias de Scream y Pesadilla en Elm Street.
En definitiva, Black Phone 2 arriesga y expande la mitología de la primera película, ofreciendo imágenes que se quedarán grabadas, especialmente las oníricas, pero también evidencia que no todo sueño necesita franquicia. La llamada esta vez suena menos urgente, aunque sigue siendo una experiencia interesante para los amantes del terror.