Un nuevo estudio publicado este 2025 ha dado un paso decisivo hacia la comprensión de uno de los mayores enigmas de la biología: la sorprendente capacidad del ajolote para regenerar extremidades completas, desde huesos y músculos hasta nervios y piel. La investigación revela con precisión los mecanismos que permiten a este anfibio —endémico de México y en peligro de extinción— reconstruir perfectamente un brazo, una pierna o incluso un dedo perdido.
Durante décadas se sospechaba que el ácido retinoico, una sustancia presente también en los seres humanos, tenía un rol clave en el proceso regenerativo. Ahora, los científicos han identificado el funcionamiento de una enzima específica, CYP26B1, encargada de ajustar los niveles de este compuesto justo en la zona de la herida. Esa regulación exacta permite que el organismo del ajolote determine qué parte debe crecer y en qué medida. A la par, un gen esencial —Shox— controla la formación del hueso y el tamaño final de la extremidad regenerada.
El hallazgo despeja una duda fundamental: ¿cómo sabe el cuerpo del ajolote si debe producir un brazo entero, solo una mano o únicamente un dedo? La respuesta está en la combinación de señales químicas y genéticas que activan un “programa” de reconstrucción preciso, el mismo que se utilizó durante su desarrollo embrionario.
Aunque los seres humanos perdimos esta capacidad hace millones de años, los expertos consideran que su potencial podría seguir latente. Con tecnologías de edición genética cada vez más avanzadas, se vislumbra la posibilidad de que algún día sea viable inducir la regeneración de tejidos complejos e incluso extremidades completas.
Este avance no solo implica esperanza para personas con amputaciones, sino también para la medicina del futuro, que podría transformar el tratamiento de heridas graves, quemaduras y enfermedades degenerativas.




