Durante años, la comunidad científica asumió que las burbujas que impulsan las erupciones volcánicas se forman principalmente por la descompresión del magma al ascender hacia la superficie. Sin embargo, una reciente investigación internacional propone un cambio significativo en este paradigma al demostrar que el simple movimiento del magma puede generar burbujas, incluso sin una disminución de presión.
El estudio, que combina experimentos controlados, simulaciones y análisis físico, recreó un análogo del magma usando un líquido viscoso saturado con dióxido de carbono. Al someterlo a deformaciones mecánicas mediante rotación, los investigadores observaron que comenzaban a formarse burbujas en las zonas de mayor cizalla. Este hallazgo revela que la energía generada por el movimiento es suficiente para liberar gas atrapado, un fenómeno comparable a agitar una bebida carbonatada, pero aplicado a condiciones que ocurren kilómetros bajo tierra.
Los resultados indican que la cizalla actúa como un segundo detonante para la creación de burbujas, trabajando de manera paralela al proceso clásico de descompresión. Este mecanismo podría explicar por qué algunas erupciones se aceleran sin cambios aparentes en la presión interna del volcán, así como por qué ciertos magmas ricos en volátiles logran desgasificarse de forma silenciosa en lugar de explotar violentamente.
Un punto clave del estudio es la introducción del parámetro Poiseuille number, que permite identificar las zonas dentro de un volcán donde la cizalla tiene mayor impacto. Los investigadores concluyen que los conductos volcánicos cumplen con las condiciones necesarias para inducir este tipo de nucleación, mientras que las cámaras profundas no.
Las implicaciones son significativas: los modelos predictivos de erupciones deberán actualizarse para incorporar este mecanismo, lo que podría mejorar la vigilancia volcánica y la evaluación de riesgos en sistemas activos. El descubrimiento también obliga a reinterpretar estudios previos que atribuían todas las burbujas a la descompresión, lo que podría haber sobreestimado la velocidad de ascenso del magma.




