Las pastorelas son una de las tradiciones más entrañables y representativas de la temporada navideña en México. Cada diciembre, estas puestas en escena mezclan teatro, música, humor y devoción para narrar el camino que los pastores emprendieron hacia Belén tras recibir el anuncio del nacimiento de Jesús. Aunque hoy forman parte de la identidad cultural mexicana, su origen se remonta a Europa y su evolución está marcada por episodios históricos clave.
Originalmente, las pastorelas eran obras teatrales europeas que trataban temas amorosos entre caballeros y doncellas. Su gran aceptación llevó a la Iglesia a transformarlas en representaciones religiosas enfocadas en la Natividad, dejando atrás la temática romántica para centrar la historia en la adoración del Niño Dios.
Tras la llegada de los españoles a México, las órdenes religiosas encontraron en el teatro una herramienta efectiva para evangelizar a los pueblos originarios. Los indígenas, habituados a rituales, danzas y expresiones escénicas, adoptaron con facilidad los autos sacramentales, piezas teatrales que narraban pasajes bíblicos. Con el tiempo, estas obras evolucionaron hacia lo que hoy conocemos como pastorelas, incorporando elementos locales, humor popular y personajes que enfrentan al bien y al mal.
Los jesuitas fueron fundamentales en el desarrollo de esta tradición. Desde su llegada en 1572, escribieron y difundieron numerosas obras navideñas, entre ellas la Égogla pastoril al Nacimiento del Niño Jesús (1595) de Juan de Cigorongo. Sin embargo, tras la expulsión de la orden en 1767 por mandato del rey Carlos III, las pastorelas fueron censuradas por la Inquisición, lo que obligó a trasladarlas de los templos a patios y teatros comunitarios.
Aunque muchas obras se preservaron solo por tradición oral, a inicios del siglo XIX las pastorelas resurgieron con fuerza tras el regreso de los jesuitas, consolidándose como una expresión teatral única que combina fe, celebración y humor. Hoy, siguen siendo un símbolo vivo de la identidad cultural mexicana.
