
La desaparición de los tiburones blancos desata un efecto dominó en los océanos
Es una alerta: proteger al gran depredador es también proteger el océano mismo.
Con sus temibles hileras de dientes y su imponente cuerpo de más de 900 kilos, el gran tiburón blanco es mucho más que un símbolo del océano: es un pilar ecológico. Un reciente estudio publicado en Frontiers in Marine Science documenta cómo su desaparición de Seal Island, en Sudáfrica, ha transformado todo un ecosistema marino.
Durante décadas, esta isla fue famosa por los espectaculares saltos de tiburones blancos al cazar focas, atrayendo turistas, científicos y cineastas. Pero desde 2018, estos depredadores han desaparecido. ¿La razón? Una combinación de factores: el auge de orcas depredadoras que cazan tiburones con precisión quirúrgica y el impacto humano, como redes que matan decenas de ejemplares cada año.
La ausencia del tiburón blanco desencadenó un efecto dominó. Sin ellos, aumentaron otras especies como los tiburones vaca de hocico corto y las focas del Cabo. A su vez, disminuyeron los peces de los que estas se alimentan, como anchoas, jureles y musolas. Los datos, recolectados durante más de 20 años, muestran que cuando se pierde un depredador clave, todo el equilibrio del ecosistema se desmorona.
En otras regiones de Sudáfrica, como Mossel Bay o Plettenberg Bay, los tiburones blancos también han disminuido drásticamente. Investigadores temen que la situación pueda extenderse y afecte al turismo y la biodiversidad marina.
“Las orcas son una amenaza, pero el impacto humano es aún mayor”, advierten expertos. Ante esto, proponen soluciones no letales como drones o barreras magnéticas. La desaparición del tiburón blanco es una alerta: proteger al gran depredador es también proteger el océano mismo.