Gran parte de los alimentos que consumimos hoy están diseñados para ser irresistibles. Expertos advierten que esta tendencia tiene efectos profundos en la salud, desde generar adicción hasta aumentar el riesgo de enfermedades crónicas.
Según estudios recientes, el consumo de alimentos ricos en azúcar y grasa activa la liberación de dopamina, un neurotransmisor vinculado al comportamiento gratificante y la motivación. Este efecto se da tanto en el cerebro como a través de señales enviadas desde el intestino, estimulando los centros de recompensa de manera similar a sustancias como la nicotina y el alcohol.
Investigaciones muestran que los alimentos ultraprocesados pueden aumentar los niveles de dopamina en hasta un 200% por encima de lo normal, gracias a su rápida absorción y combinación de ingredientes. Esto los hace más adictivos que los alimentos caseros tradicionales, como pasteles o pizzas hechos desde cero.
La psicóloga Ashley Gearhardt y la neurocientífica Alexandra DiFeliceantonio destacan que estas comidas no solo explotan nuestra biología: su accesibilidad, publicidad agresiva y propiedades sensoriales crean una “tormenta perfecta” que dificulta resistirse a ellas.
Los expertos recomiendan estrategias conscientes para reducir el consumo: distinguir entre alimentos ultraprocesados y preparados desde cero, identificar los momentos de mayor tentación y generar alternativas más saludables. Comparan el desafío con el control del tabaquismo, donde la regulación y educación lograron reducir el consumo.
El mensaje central es claro: no se trata de culpa, sino de comprensión de cómo nuestro cerebro responde a ciertos alimentos y cómo podemos tomar decisiones más informadas para proteger nuestra salud a largo plazo.