Ciencia

El cacao vuelve a florecer en el Occidente mexicano

Vuelve a brotar como símbolo de identidad, historia y futur

Aunque el cacao suele asociarse con el sur de México, recientes investigaciones confirman que este fruto milenario también formó parte esencial de las culturas originarias del Occidente del país. Desde Jalisco hasta Nayarit, vestigios arqueológicos y tradiciones vivas revelan que el llamado “oro moreno” fue cultivado y utilizado con fines ceremoniales desde hace más de mil años.

La doctora Laura Alicia Aguilar González, investigadora del Centro Universitario de la Costa de la UdeG, ha profundizado en fuentes históricas y trabajos arqueológicos para rastrear la presencia del cacao en la región. Uno de sus hallazgos más significativos se relaciona con los descubrimientos del arqueólogo Clement Meighan en el sitio Amapa, en Nayarit, donde se hallaron vasijas chocolateras utilizadas como ofrendas por la cultura Aztatlán. Estudios posteriores han confirmado que estas contenían restos de cacao proveniente de esa misma zona.

“La historia del cacao en el Occidente mexicano es tan antigua como significativa. Es un fruto que aún está presente en prácticas rituales de comunidades wixárikas, coras, tepehuanes o mexicaneros”, afirma Aguilar.

Además del interés histórico, el cultivo del cacao representa una oportunidad para impulsar el turismo y la agricultura regional. La doctora propone una estrategia de agroturismo que combine la revalorización cultural del chocolate artesanal con la experiencia turística. Para ello, se requiere fomentar la producción y capacitación técnica en estados como Jalisco, Nayarit, Colima y Michoacán.

Un grupo emergente de productores y académicos, a los que Aguilar llama “chocoartesanos”, ya trabaja en este rescate del cacao ancestral, promoviendo su elaboración tradicional con ingredientes como agua, miel y flores. El objetivo es posicionar al chocolate no solo como producto gourmet o turístico, sino también como un alimento saludable.

El árbol de cacao, que crece en ambientes sombreados y húmedos, simboliza la noche y la luna en la cosmovisión indígena. Se trata de una especie sensible y paciente, que requiere hasta cinco años para madurar, y cuya flor es polinizada durante la noche. En regiones de Nayarit, como San Blas, Zacualpan o Bahía de Banderas, aún persisten árboles de traspatio que conservan esta tradición agrícola.

“Lo que necesitamos ahora es que las investigaciones permitan generar políticas públicas que respalden a los agricultores. Con una producción sólida, podremos reconocer al cacao como parte fundamental del patrimonio cultural del Occidente mexicano”, concluye la investigadora.

Así, el cacao vuelve a brotar como símbolo de identidad, historia y futuro para las comunidades del Pacífico mexicano.

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