Ciencia

El misterio de los microplásticos

Ya están en nuestro cuerpo

Los microplásticos, diminutas partículas derivadas de la descomposición del plástico, han dejado de ser un problema únicamente ambiental para convertirse en una preocupación de salud pública. Investigaciones recientes han detectado su presencia en el aire, en el agua potable, en los alimentos y, lo más alarmante, en el cuerpo humano.

Un estudio publicado en la revista Environment International reveló que más del 80% de las muestras de sangre analizadas en voluntarios contenían restos de microplásticos. También se han encontrado en la placenta humana, lo que sugiere que estas partículas pueden atravesar barreras biológicas críticas.

El origen es múltiple: botellas de plástico, envolturas, fibras sintéticas de ropa e incluso neumáticos. Al degradarse, liberan partículas que terminan en ríos, mares y, finalmente, en la cadena alimentaria.

Aunque aún no se conocen todos los efectos en la salud, algunos científicos sospechan que podrían provocar inflamación, alterar procesos hormonales y aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares. “El cuerpo humano no está diseñado para procesar plástico”, explicó la toxicóloga mexicana Laura Hernández.

La solución no es sencilla, pero los especialistas coinciden en que reducir el consumo de plásticos de un solo uso es un primer paso. Algunos países ya han prohibido las bolsas y popotes, pero el reto es mucho mayor: la producción mundial de plásticos supera los 400 millones de toneladas anuales.

Cada vez que usamos una botella desechable o una prenda sintética, contribuimos, aunque sea de forma invisible, a este ciclo. Los microplásticos son tan pequeños que pasan inadvertidos, pero su impacto está creciendo a escala global. Y lo que antes parecía un problema lejano hoy habita en nuestro propio organismo.

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