El reciente acuerdo por unos 82 700 millones de dólares mediante el cual Netflix se propone adquirir los estudios y unidades de cine, televisión y streaming de Warner Bros. Discovery (incluyendo sus plataformas como HBO/HBO Max) ha encendido alarmas en la industria: desde exhibidores de cine hasta sindicatos de guionistas y directores advierten sobre los riesgos que plantea para la competencia, el mercado laboral y la diversidad creativa.
Con la fusión, la nueva entidad podría concentrar entre 30 % y 40 % del mercado del streaming en Estados Unidos, lo que preocupa a reguladores antimonopolio. Críticos sostienen que un poder de mercado tan desproporcionado le daría a Netflix la capacidad de imponer precios, controlar la distribución de contenidos y restar incentivos a la competencia.
El efecto podría resentirse también en las salas de cine. Organismos como Cinema United, que agrupa a miles de pantallas en Estados Unidos y el mundo, advierten que la fusión representa una amenaza sin precedentes para el modelo de exhibición tradicional, pues una plataforma orientada al streaming como Netflix podría reducir la producción de estrenos teatrales o acortar significativamente sus ventanas de exclusividad, afectando ingresos de salas grandes y pequeñas.
También hay inquietud en los gremios creativos: sindicatos que representan guionistas, directores y otros trabajadores del cine temen pérdida de empleos, reducción de salarios y menor diversidad de voces.
Aunado a esto, figuras políticas como la senadora Elizabeth Warren advirtieron que el acuerdo podría convertirse en una “pesadilla antimonopolio” —una concentración excesiva de poder que daña tanto al consumidor como a la industria.
Aunque Netflix ha prometido mantener los estrenos cinematográficos y ha defendido la operación como una expansión de oportunidades para creadores y público, el contexto sugiere una batalla regulatoria intensa. De aprobarse la fusión, no solo cambiaría el panorama del streaming, sino también el futuro del cine y la diversidad cultural global.
