El término “teletransporte cuántico” suele evocar imágenes propias de la ciencia ficción, especialmente de series como Star Trek, donde personajes como el Dr. Spock se desplazan instantáneamente entre puntos distantes del universo. Sin embargo, en el ámbito científico, el teletransporte cuántico es un concepto real y fundamental para el desarrollo de la información cuántica, aunque dista mucho de la idea popular de viajar de un lugar a otro sin atravesar el espacio.
En 1993, los investigadores Charles H. Bennett, Gilles Brassard, Claude Crépeau, Richard Jozsa, Asher Peres y William K. Wootters publicaron un artículo histórico en Physical Review Letters en el que describieron un protocolo capaz de transmitir el estado cuántico de una partícula entre dos observadores distantes, conocidos como Alice y Bob. A diferencia de la teletransportación de la ciencia ficción, este proceso no implica trasladar materia, sino información cuántica, apoyándose en un recurso clave: el entrelazamiento cuántico.
En este protocolo, Alice realiza una medición conjunta entre el qubit desconocido que posee y el qubit entrelazado que comparte con Bob. Luego envía dos bits clásicos con el resultado. Con esa información, Bob aplica una operación específica y su qubit adopta exactamente el mismo estado que tenía el de Alice. Así, el estado se “teletransporta”, respetando siempre las leyes de la relatividad, pues la comunicación no es instantánea.
Desde los primeros experimentos en 1997, el teletransporte cuántico ha avanzado significativamente: se ha demostrado con fotones, átomos e incluso entre un observatorio terrestre y un satélite a más de 1,400 kilómetros.
Más allá del asombro científico, este fenómeno será clave para la futura internet cuántica, una red global capaz de transmitir información cuántica de forma segura y eficiente mediante repetidores basados en entrelazamiento.
El teletransporte cuántico, lejos de la fantasía, es hoy una herramienta real que promete transformar la comunicación del futuro.
