Una investigación internacional con la participación del centro Senckenberg, en Alemania, y la Estación Biológica de Doñana–CSIC, en España, reveló que la mayoría de las especies de osos son capaces de adaptar su dieta a las condiciones climáticas y a la disponibilidad de alimentos, lo que modifica su papel dentro de los ecosistemas y contribuye a su estabilidad frente a los cambios ambientales globales.
De acuerdo con el estudio, difundido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), los osos destacan por su gran flexibilidad alimentaria, una característica que les ha permitido habitar regiones muy diversas del planeta, desde la tundra ártica hasta bosques tropicales. Su dieta puede incluir bayas, raíces, nueces y pastos, así como insectos, peces y mamíferos, variando según la especie, la estación del año y el entorno.
Los investigadores señalan que, a diferencia de otros grandes carnívoros, los osos suelen preferir dietas bajas en proteínas y presentan menos adaptaciones anatómicas para el consumo exclusivo de carne. Esta versatilidad les permite desempeñar múltiples funciones ecológicas, como la caza, el consumo de carroña, la dispersión de semillas y la regulación del crecimiento vegetal, influyendo así en las redes tróficas tanto terrestres como acuáticas.
Para el análisis se recopilaron datos ecológicos actuales y fósiles de siete especies distintas de osos. Los resultados muestran que, en regiones con escasez de alimentos y estaciones de crecimiento cortas, los osos tienden a una dieta más carnívora, mientras que en zonas con mayor productividad vegetal optan por alimentos de origen vegetal.
El estudio también documenta cambios históricos en la dieta del oso pardo europeo tras la última glaciación, hace unos 12 mil años, cuando el aumento de la producción vegetal favoreció una alimentación más herbívora. Este fenómeno, denominado por los científicos como “recableado trófico”, demuestra que los grandes omnívoros pueden cambiar su posición dentro de la red alimentaria.
Los autores concluyen que esta capacidad de adaptación convierte a los osos y a otros grandes omnívoros en actores clave para mantener la resiliencia y estabilidad de los ecosistemas en un contexto de cambio climático acelerado.




