
F1 deslumbra adrenalina y emoción
*La cinta también dedica espacio a explorar los desafíos del deporte: la presión mediática, la política interna de los equipos y la fragilidad humana ante la velocidad extrema
Con F1, Brad Pitt y el director Joseph Kosinski (Top Gun: Maverick) se lanzan a una de las apuestas más ambiciosas del cine deportivo reciente: retratar la intensidad del automovilismo de élite con autenticidad, adrenalina y corazón. La película, producida en colaboración con la Fórmula 1 real y rodada en circuitos durante temporadas oficiales, ofrece una experiencia tan inmersiva como visualmente impactante.
Pitt interpreta a Sonny Hayes, un piloto veterano que regresa a las pistas para guiar a un joven talento (Damson Idris) en el equipo ficticio APXGP. A pesar del cliché del «héroe caído que vuelve para redimirse», el guion —construido con sensibilidad por Ehren Kruger— consigue darle profundidad emocional al personaje de Pitt, quien entrega una actuación carismática, vulnerable y creíble.
Visualmente, F1 es una obra maestra técnica. Kosinski vuelve a demostrar su dominio de las secuencias de acción real, usando cámaras montadas en autos de Fórmula 2 adaptados, sin CGI invasivo. Las tomas desde la cabina, los sonidos ensordecedores del motor y la vibración de cada curva transmiten al espectador una sensación de vértigo pocas veces lograda. Es cine de carreras que se siente real.
La cinta también dedica espacio a explorar los desafíos del deporte: la presión mediática, la política interna de los equipos y la fragilidad humana ante la velocidad extrema. Sin embargo, algunos momentos se sienten forzados o predecibles, sobre todo cuando intenta equilibrar el drama emocional con el espectáculo.
Aun así, F1 logra lo que pocos filmes de automovilismo han conseguido desde Rush (2013): capturar la belleza peligrosa de este deporte y convertirla en una historia que se disfruta tanto por la acción como por el alma de sus personajes.