Franco Rubartelli, nacido en Florencia en 1937, se convirtió en un referente de la fotografía de moda gracias a su mirada única y autodidacta. Tras abandonar la Academia Naval y estudiar Ciencias Políticas en Roma, su vida dio un giro inesperado cuando, impulsado por celos y amor, tomó su primera cámara para fotografiar a su esposa Françoise en la playa. Esos ensayos improvisados llamaron la atención de Vogue, y pronto Rubartelli comenzó a desarrollar un estilo irreverente, juvenil y sensual, que rompía con los cánones de la época.
Su trabajo con la supermodelo Veruschka consolidó su carrera. Juntos viajaron por el mundo —Bahamas, Libia, Centroáfrica, Brasil, Japón— explorando técnicas como body painting y fusionando el cuerpo humano con el paisaje natural. Cada sesión reflejaba un equilibrio entre improvisación, riesgo y sensibilidad estética, transformando la fotografía en un puente entre la moda y el arte.
A fines de los años 70, Rubartelli llegó a Venezuela, invitado por la Corporación de Turismo para la campaña “Venezuela, mon amour”. Allí se asentó y continuó trabajando en publicidad, cine y fotografía documental, produciendo películas como Simplicio (1978) y Ya-Koo (1985), que destacan por la relación entre la naturaleza, los niños y la cultura local. Su residencia en Margarita, Perla Salina, se convirtió en un espacio creativo único, reflejo de su visión artística y pasional.
Hoy, Rubartelli reconoce que Venezuela no solo le brindó oportunidades profesionales, sino también un hogar: “El futuro me estuvo esperando en Venezuela… me ha hecho hombre, me ha hecho grande, me ha hecho profesional”. Su legado combina la fuerza del amor, la pasión por la estética y la curiosidad insaciable por el mundo, consolidándolo como un pionero que unió moda, cine y exploración cultural en cada imagen.