Lejos de ser un acto impulsivo o caótico, la creatividad humana implica una toma constante de decisiones que se reorganizan en tiempo real dentro del cerebro. Así lo confirma un nuevo estudio internacional que observó, literalmente en vivo, cómo funciona la mente creativa mientras músicos de jazz improvisaban.
La investigación reunió a 16 pianistas profesionales que interpretaron el estándar Days of Wine and Roses dentro de un escáner de resonancia magnética funcional. Cada músico tocó la pieza bajo distintos niveles de libertad: desde ejecutar la melodía de memoria hasta improvisar libremente sobre la estructura armónica. De esta manera, los científicos pudieron comparar cómo cambiaban tanto la música producida como la actividad cerebral.
Los resultados mostraron que, a mayor libertad creativa, la música se volvía más compleja, diversa e impredecible. No solo aumentaba la cantidad de notas, sino también la variedad y la sorpresa sonora. Este fenómeno tuvo un reflejo directo en el cerebro: las redes neuronales no permanecían fijas, sino que se reorganizaban dinámicamente según la exigencia creativa del momento.
Uno de los hallazgos más relevantes es que no existe una sola “zona de la creatividad”. En su lugar, el cerebro alterna entre distintos estados: algunos ligados al placer y la recompensa, otros al movimiento, la audición y la atención inmediata. Curiosamente, durante la improvisación más libre disminuyó la actividad en áreas asociadas al control consciente, lo que sugiere que pensar menos puede favorecer la fluidez creativa.
Aunque el estudio se centra en la música, sus implicaciones van más allá del jazz. La improvisación se convierte así en una ventana para entender cómo las personas crean, deciden y resuelven problemas en la vida cotidiana, demostrando que crear no es improvisar sin reglas, sino saber reorganizar la mente en el momento justo.
