Música y danza

La danza contemporánea rompe fronteras

El cuerpo es territorio político, y la danza lo expresa con toda su potencia

La danza contemporánea se ha consolidado como un lenguaje en constante mutación. Desde sus orígenes en la ruptura con el ballet clásico, se ha reinventado al ritmo de los cambios sociales y tecnológicos. Hoy, compañías de todo el mundo apuestan por fusiones arriesgadas que integran hip hop, performance, teatro físico, artes visuales y música electrónica.

En México, la escena independiente es particularmente fértil. Coreógrafos como Shantí Vera o colectivos como Nohbords han explorado piezas que dialogan con la violencia, la migración o la memoria de los cuerpos desaparecidos. En espacios alternativos, bodegas y foros experimentales, la danza se convierte en un grito político y una celebración de la resistencia.

“El cuerpo es territorio político, y la danza lo expresa con toda su potencia”, afirma la coreógrafa Mariana Villegas. Para ella y muchos otros artistas, bailar es narrar desde la carne lo que las palabras callan.

Las colaboraciones interdisciplinarias han abierto nuevos caminos: bailarines que se mueven dentro de instalaciones de arte, performances que incluyen proyecciones en tiempo real o piezas que utilizan sensores para traducir el movimiento en música.

El público, por su parte, se enfrenta a experiencias inmersivas que lo sacan de la butaca. La danza contemporánea ya no busca solo ser contemplada, sino vivida, provocando que cada espectador se reconozca en un cuerpo que se transforma frente a sus ojos.

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