Cuando se habla de soluciones al cambio climático, solemos pensar en energías renovables o reforestación. Sin embargo, la biología ofrece un aliado inesperado: los hongos.
Investigaciones recientes demuestran que las redes subterráneas de micorrizas —hongos que se asocian con las raíces de las plantas— juegan un papel crucial en el almacenamiento de carbono. Estos organismos no solo ayudan a las plantas a absorber nutrientes, sino que capturan y fijan grandes cantidades de CO₂ en el suelo.
Según un estudio publicado en Current Biology, los hongos micorrízicos secuestran anualmente hasta 13 gigatoneladas de carbono, casi el 40% de las emisiones globales generadas por la actividad humana.
Además, algunos hongos poseen capacidad para degradar plásticos y residuos tóxicos, lo que abre la puerta a soluciones biotecnológicas en la lucha contra la contaminación.
Los científicos advierten, sin embargo, que la deforestación y la degradación del suelo amenazan estas redes subterráneas invisibles. Proteger bosques y ecosistemas no es solo preservar árboles, sino también los hongos que hacen posible la vida bajo tierra.
En silencio y sin reconocimiento, los hongos podrían convertirse en protagonistas de la batalla climática.