Desde los alineamientos de Carnac en Francia hasta los monumentos de Göbekli Tepe en Turquía, la historia del megalitismo demuestra que las construcciones monumentales no fueron exclusivas de Europa ni posteriores a la Edad del Bronce.
El conde de Caylus describió por primera vez las piedras de Carnac a finales del siglo XVII, y Jacques Cambry vinculó estas estructuras con los druidas. Sin embargo, recientes hallazgos arqueológicos han demostrado que complejos como Göbekli Tepe y Nevali Çori, en Turquía, datan del Neolítico, miles de años antes de los celtas, con enormes pilares y columnas de hasta nueve metros de altura, utilizadas con fines religiosos y ceremoniales.
En África, el desierto de Nubia alberga Nabta Playa, con círculos de piedra construidos hace más de 5,000 años, que también desafían la idea de sociedades primitivas incapaces de planificar grandes obras. En Europa, los alineamientos de Carnac, los crómlechs y Stonehenge muestran la sofisticación de los pueblos de la Edad del Bronce. Stonehenge incluso contaría con un “Superhenge” subterráneo de 90 piedras, revelando la magnitud y complejidad de estas construcciones.
Los dólmenes, distribuidos desde Galicia hasta Menorca, reflejan una planificación arquitectónica precisa y un cuidado estético sorprendente, con losas que podían pesar hasta 100 toneladas transportadas desde kilómetros de distancia, lo que evidencia la habilidad, organización y visión artística de sus constructores.
Estos hallazgos confirman que el megalitismo es un fenómeno global que trasciende culturas y continentes, y que sus artífices, lejos de ser sociedades simples, fueron verdaderos ingenieros y artistas de la prehistoria.