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Netflix estrena la serie documental Debo, puedo y quiero

El proyecto, dividido en cuatro episodios, ofrece una mirada íntima y reveladora del “Divo de Juárez”

Hay artistas que se inventan a sí mismos y otros que se documentan para no olvidarse. Juan Gabriel hizo ambas cosas. Desde joven, mientras soñaba con los escenarios, Alberto Aguilera Valadez ya había tomado una cámara para registrar su vida. Décadas después, ese archivo personal —compuesto por más de mil horas de material grabado por él mismo— se convierte en el corazón de Debo, puedo y quiero, la nueva serie documental de Netflix dirigida por María José Cuevas, que se estrena el 30 de octubre.

El proyecto, dividido en cuatro episodios, ofrece una mirada íntima y reveladora del “Divo de Juárez”, contada únicamente por su voz e imágenes. Sin narradores ni dramatizaciones, el propio Juan Gabriel relata su vida desde los años 70 hasta sus últimos días: ensayos, conversaciones, giras, momentos familiares y confesiones personales que nunca habían visto la luz.

“El archivo mandó”, explica María José Cuevas, quien asumió el reto de clasificar y restaurar más de 2 mil cintas en 16 formatos distintos, desde Súper-8 hasta Betacam y Mini DV.

La directora —reconocida por Bellas de noche y La dama del silencio— trabajó junto a la productora Laura Woldenberg en un proceso casi arqueológico: rescatar la vida del artista desde su propia mirada.
“Era como entrar en la cabeza de alguien que se filmó para no desaparecer”, señala Cuevas.

La serie muestra a Juan Gabriel en todas sus dimensiones: el ídolo y el hombre, el hijo, el padre, el amigo. Aparecen imágenes inéditas de su infancia en Parácuaro, sus primeros años en Ciudad Juárez, su ascenso a la fama y sus momentos de introspección, escribiendo, cocinando o simplemente observando el atardecer.

Además de ser un retrato personal, Debo, puedo y quiero es también una memoria filmada del México que cambió con él, un país que aprendió a aceptar nuevas formas de sensibilidad, identidad y libertad gracias a su figura.

“No quisimos romantizarlo ni convertirlo en mito —explica Woldenberg—, sino respetar su legado y mostrarlo con sus claroscuros, como un ser humano complejo y luminoso.”

El resultado es un documento profundamente humano, una conversación entre Juan Gabriel y su público, entre el pasado y el presente.
El archivo deja de ser simple material histórico y se transforma en un retrato vivo, donde cada gesto tiene alma.

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