Un nuevo estudio publicado en Science reaviva el debate sobre la extinción de los dinosaurios y aporta evidencias de que estos animales no estaban en declive antes del impacto del asteroide de hace 66 millones de años. El trabajo, liderado por el geólogo Andrew G. Flynn, de la Universidad Estatal de Nuevo México, analiza una nueva geocronología del Miembro Naashoibito, en el norte de Nuevo México, una formación rocosa rica en fósiles y clave para entender los últimos momentos del Cretácico.
Los investigadores dataron los depósitos entre 66,4 y 66,0 millones de años, lo que sitúa a los dinosaurios hallados allí entre los últimos que habitaron Norteamérica. Según Flynn, los registros indican que las faunas del suroeste estadounidense eran diversas y estaban bien adaptadas poco antes de la extinción. La comparación entre los yacimientos de Naashoibito y Hell Creek, ambos bien datados, muestra que existían regiones ecológicas distintas con especies diferentes, influenciadas sobre todo por variaciones climáticas.
Sin embargo, los fósiles de Nuevo México no conservan la capa de impacto conocida como frontera K–Pg, lo que limita algunas interpretaciones. Aun así, los investigadores sostienen que estos restos pertenecen a los últimos 300.000 años del Cretácico, un intervalo geológicamente cercano al evento que acabó con los dinosaurios.
Expertos externos, como el paleontólogo Thomas Richard Holtz, consideran que el estudio proporciona una base sólida para sostener que la diversidad de dinosaurios no disminuyó antes del impacto. Otros especialistas piden cautela y recuerdan que aún faltan datos de otras regiones del mundo. La paleontóloga Penélope Cruzado destaca el enfoque multidisciplinar del trabajo, mientras que Elena Cuesta subraya que aún se estudia principalmente Norteamérica y urge ampliar las investigaciones a Sudamérica, Asia y Europa.
El debate sigue abierto. Para algunos investigadores, como Gerta Keller, la extinción habría sido gradual y vinculada al volcanismo del Deccan. Para otros, el nuevo estudio reafirma la teoría del impacto súbito. Lo único seguro es que cada nuevo yacimiento tiene el potencial de reescribir la historia.




