
Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Kioto, publicado en PLOS ONE, sugiere que la propensión de los gatos a ronronear —e incluso maullar— podría estar relacionada con un gen específico: el receptor de andrógenos (AR). Analizando el ADN de 280 gatos mestizos, el equipo identificó que aquellos con una versión “corta” del gen eran más vocales y afectuosos con los humanos.
Además, se observaron diferencias por sexo: los machos con este tipo genético eran más comunicativos, mientras que las hembras tendían a mostrar más agresividad hacia extraños. Curiosamente, las variantes “largas” del gen solo aparecieron en gatos domésticos, lo que apunta a una evolución genética ligada al proceso de domesticación, en donde la interacción con los humanos habría influido en su comportamiento vocal.
El estudio también destaca que los gatos mestizos, más expuestos a condiciones cambiantes, dependen más de la vocalización para sobrevivir, a diferencia de gatos de raza que tienden a ser más silenciosos. Aunque aún es pronto para aplicar esta información de forma práctica, el hallazgo abre la puerta a herramientas genéticas que permitan comprender —e incluso anticipar— comportamientos felinos, mejorando así su bienestar y nuestra convivencia con ellos.
Este descubrimiento nos invita a mirar a los gatos con nuevos ojos: como animales cuya personalidad también está escrita en su ADN.