
“Sin la música no existiría”: la soprano potosina que sorprendió a México
*Su vida ha estado marcada por la rutina, la constancia y una profunda devoción al arte.
A sus 27 años, Jacqueline del Rocío Medina se perfila como una de las sopranos jóvenes más prometedoras de México. Su camino no ha sido fácil: desde los cuatro años comenzó su formación musical, y desde entonces, su vida ha estado marcada por la rutina, la constancia y una profunda devoción al arte.
Criada en una familia de músicos —su padre es chelista y su madre, aunque no profesional, estudió violín y labora en el área administrativa de la escuela Julián Carrillo, donde Jacqueline estudió—, su infancia transcurrió entre clases, ensayos y tareas hechas debajo de un escritorio. “Mientras mis papás trabajaban, yo iba a clase o me quedaba con mi mamá. Y así fue hasta que me fui a la universidad”, recuerda.
Aunque su formación comenzó con el violín y aspiraba a una carrera solista con ese instrumento, todo cambió al ver su primera ópera a los 12 años. “Todo eso se fue a la borda, y lo que yo quería era tocar en las casas de ópera”, confiesa. Pero fue la voz, más que el arco y las cuerdas, la que se convirtió en su verdadera vía de expresión. Lo que siguió fue un proceso largo, a veces frustrante, de autoconocimiento y lucha emocional. “No era una falta de talento, era algo emocional. Me di cuenta de que cantar me liberaba de cosas que tocar no podía”.
En 2023, Jacqueline vivió uno de los momentos más determinantes de su carrera al ganar el primer lugar y múltiples reconocimientos en el Concurso de Canto Carlo Morelli, entre ellos el Premio del Público otorgado por Pro Ópera A.C.. Lo hizo luego de prepararse por su cuenta durante meses, sin instituciones ni tutores. Fue un acto de rebeldía, pero también de valentía.
“No dormí el día antes de la final. Estaba procesando todo, como en estado de shock. No me cayó el veinte. Gané siete premios, pero en realidad eran más, porque incluían presentaciones y oportunidades. Era lo que siempre había pedido. Y justo cuando estaba a punto de rendirme, llegó”.
Con el premio decidió pagar deudas y viajar a Stuttgart, Alemania, a audicionar. Aunque no fue aceptada, el viaje le permitió replantear el rumbo de su carrera. “Me di cuenta de que la dirección en la que todos querían llevarme no era la mía. No me gustaba, no me convenía. Y también entendí que, si no cuidas tu cuerpo y tu mente, el medio te devora”.
Tras años de presión, enfermedades recurrentes y un ritmo agotador, Jacqueline decidió frenar. “Estaba enferma cada mes. Faringitis, infecciones, lo que fuera. Me estaba descuidando. Ahora tengo claro que la carrera exitosa empieza con un cuerpo sano y una mente sana”.
Desde entonces, ha retomado el control. Ha ordenado sus prioridades, ha aprendido a decir no y ha recuperado la certeza en el trabajo propio: “Me di cuenta de que puedes construir tu camino sin seguir el molde que te imponen. Que lo que hacía tenía valor, que sí funcionaba. Y eso fue gracias a todo lo que vino después del concurso”.
Sobre imaginarse una vida sin música, Jacqueline es clara y contundente: “Toda mi vida ha sido música. Yo creo que sin ella… no existiría”.
Hoy, más madura y consciente de sí misma, Jacqueline del Rocío sigue componiendo la obra más importante de su vida: una carrera basada no solo en la técnica y el talento, sino en la autenticidad, la salud y la fidelidad a su voz interior.