Durante décadas, la ciencia había estudiado los efectos de la cafeína en laboratorios, demostrando que mejora la atención y la sensación de energía. Pero una pregunta quedaba abierta: ¿qué ocurre en la vida real, cuando la gente toma café en la oficina, té en casa o refrescos en la calle?
Un grupo de investigadores de Alemania y Estonia quiso averiguarlo y realizó dos estudios con jóvenes adultos, utilizando un método innovador llamado experience sampling (muestreo de experiencias). Este sistema consiste en que los participantes respondan encuestas cortas varias veces al día sobre su estado de ánimo y consumo de cafeína.
El resultado: más de 28,000 encuestas en total, recolectadas en entornos naturales como la universidad, el trabajo o el hogar.
Los hallazgos fueron consistentes: tras consumir cafeína, las personas reportaron sentirse más positivas, con emociones concretas como entusiasmo, felicidad y satisfacción.
El efecto era más claro en las primeras dos horas y media tras despertar. Esa primera taza de café no solo ayuda a abrir los ojos, sino que también potencia las emociones agradables, actuando como un “reinicio” del ánimo.
“Sabemos que la cafeína bloquea los receptores de adenosina y puede aumentar la actividad de la dopamina en el cerebro, lo que se traduce en un mejor estado de ánimo y mayor alerta”, explicó Anu Realo, profesor de la Universidad de Warwick y coautor del estudio.
En cuanto a las emociones negativas, como tristeza o enfado, los resultados fueron más débiles y variables. La cafeína sí pareció disminuir ligeramente esos estados, pero no de forma tan clara ni repetida como con las emociones positivas.
Según los investigadores, esto se debe a que la tristeza o la preocupación suelen estar ligadas a factores externos o duraderos —como el estrés o los problemas personales— que un café no puede resolver.
-
Más cansancio, más impacto: la cafeína generaba un mayor impulso emocional cuando los participantes estaban fatigados.
-
Compañía vs. soledad: el efecto positivo era más evidente cuando las personas estaban solas, quizá porque las interacciones sociales ya de por sí elevan el ánimo.
-
Consumo habitual: sorprendentemente, no hubo grandes diferencias entre quienes bebían mucho café o poco, ni entre quienes tenían problemas de sueño, ansiedad o depresión.
Los autores del estudio concluyen que la cafeína no es un remedio milagroso ni sustituye al descanso, pero sí actúa como un modulador emocional. Ese “subidón” positivo es modesto, pero constante y suficiente para explicar por qué el café se ha convertido en uno de los rituales más importantes del bienestar cotidiano.