Lo que hoy reconocemos como un gesto cargado de afecto, deseo o vínculo social podría ser mucho más antiguo de lo que imaginamos. Un nuevo estudio publicado en Evolution and Human Behavior propone que el beso —entendido como contacto boca a boca entre individuos de la misma especie— habría surgido hace entre 21.5 y 16.9 millones de años, en un ancestro común de los grandes simios.
La investigación, que analizó comportamientos en humanos y diversos primates, ofrece una definición científica del beso para distinguirlo de otras conductas similares, como la alimentación o el juego. Bajo esta perspectiva, el equipo encontró evidencia de besos en chimpancés, bonobos, gorilas, orangutanes, babuinos y distintos tipos de macacos, con funciones que varían desde la reconciliación social hasta la vinculación sexual.
Los bonobos, por ejemplo, realizan besos con un claro componente erótico, mientras que los chimpancés los usan como herramienta de paz tras conflictos internos. En otras especies, el gesto aparece de forma esporádica o en contextos de afiliación.
A través de modelos filogenéticos y simulaciones, los investigadores estiman que este comportamiento tiene alta probabilidad de haber estado presente en especies ancestrales. Incluso sugieren que los neandertales también pudieron besar, sustentado en la presencia compartida de microbios orales que requieren contacto íntimo para transmitirse.
Aunque besar parece arriesgado desde el punto de vista biológico —por la exposición a patógenos—, el estudio plantea que cumple funciones adaptativas: evaluar la salud de la pareja, reforzar vínculos y reducir tensiones sociales.
Uno de los hallazgos clave es que, pese a su antigüedad, el beso no es universal culturalmente: solo el 46% de las sociedades humanas lo practican con fines románticos. Esto demuestra que, aunque el gesto tiene raíces biológicas, su forma actual está fuertemente moldeada por la cultura.



