Durante siglos, los loros han cautivado al ser humano con su plumaje deslumbrante, una mezcla intensa de rojos, amarillos y verdes que parece pintada a mano. Sin embargo, el origen real de esos colores había permanecido como uno de los grandes enigmas de la biología.
Un nuevo estudio publicado en Science finalmente ofrece la respuesta: todo depende de un solo gen y de una reacción química sorprendentemente simple.
La investigación, liderada por Roberto Arbore y Miguel Carneiro, demuestra que los loros son las únicas aves capaces de fabricar sus propios pigmentos, llamados psitacofulvinas, sin depender de la dieta, a diferencia de especies como los flamencos. Estos pigmentos generan tonos rojos, naranjas y amarillos, y al combinarse con estructuras que reflejan luz azul, permiten la aparición del verde tan característico en muchas especies.
El equipo centró sus análisis en dos aves: el loro oscuro (Pseudeos fuscata) y el inseparable carirrosado (Agapornis roseicollis). En ambos casos, encontraron que la clave está en la enzima ALDH3A2, responsable de transformar químicamente los pigmentos.
Cuando las moléculas terminan en un grupo aldehído, generan color rojo; si la enzima las oxida hasta convertirlas en carboxilo, el tono cambia a amarillo. La variación en la actividad de este gen permite desde rojos profundos hasta amarillos brillantes, pasando por naranjas y combinaciones aún más complejas.
En el loro oscuro, que presenta variantes naturales rojas y amarillas, los científicos identificaron una mutación en la región reguladora del gen ALDH3A2 que actúa como “interruptor” de la intensidad del color. En el inseparable carirrosado, la actividad del gen también coincidía con las zonas amarillas y verdes del cuerpo.
Este mecanismo tan sencillo abre un nuevo capítulo en la biología evolutiva, al mostrar cómo un solo gen puede alterar de forma drástica la apariencia de un animal. Además plantea nuevas preguntas: ¿por qué los loros evolucionaron para producir sus propios pigmentos? ¿Qué ventajas tiene este sistema frente a los pigmentos alimenticios?
Mientras la ciencia busca respuestas, algo queda claro: detrás del colorido plumaje de los loros se esconde una sofisticada obra de bioquímica que apenas comenzamos a comprender.




