A simple vista, los equisetos parecen plantas discretas: tallos altos, huecos y sin flores que pasan desapercibidos en riberas y suelos húmedos. Sin embargo, un nuevo estudio científico ha demostrado que estas plantas esconden uno de los procesos geoquímicos más extremos conocidos en la naturaleza, capaz de producir firmas químicas comparables a las de algunos meteoritos.
La investigación reveló que, mientras el agua asciende por el tallo del equiseto, sufre una evaporación tan intensa que modifica radicalmente su composición isotópica. A diferencia de la mayoría de las plantas, los equisetos no concentran la transpiración en las hojas, sino que pierden agua a lo largo de todo su tallo, lleno de diminutos poros. Este mecanismo convierte a la planta en una especie de “torre de destilación biológica” imposible de reproducir en laboratorio.
A medida que el agua sube, los isótopos ligeros se evaporan con mayor facilidad y los más pesados se concentran. En la parte superior del tallo, los valores de oxígeno alcanzan niveles tan extremos que durante años habrían sido descartados como errores o muestras no terrestres. El estudio demuestra que son reales y amplían hasta cinco veces el rango isotópico conocido en la Tierra.
Este hallazgo ayuda a explicar mediciones desconcertantes registradas en plantas y animales de zonas áridas, donde los modelos clásicos no lograban justificar ciertos valores químicos. Al incorporar estos datos, se mejora la comprensión del comportamiento del agua en ambientes secos, clave para el estudio del clima actual y pasado.
Además, el análisis de fitolitos —micropartículas de sílice que se conservan durante millones de años— obliga a reinterpretar con cautela los registros climáticos antiguos. Así, una planta que existe desde antes de los dinosaurios vuelve a ofrecer una lección inesperada: la naturaleza aún guarda procesos más extremos de lo que imaginamos.




