
¿Y si los océanos desaparecieran?
Un mundo sin vida, alimentos ni clima estable
En el planeta Tierra, los océanos cubren más del 70% de la superficie y son la fuente principal de vida. No solo alojan a más del 50% de las especies que existen, sino que también producen buena parte del oxígeno que respiramos, regulan el clima y sustentan a miles de millones de personas a través de la pesca. Su desaparición, según expertos en ecología marina, sería catastrófica.
Leah Bendell, profesora de ecotoxicología y ecología marina en la Universidad Simon Fraser (Canadá), lo resume de forma contundente: “Sin los océanos, no habría vida en el planeta”.
Las consecuencias de su ausencia serían inmediatas. El primero de los impactos recaería en los sistemas meteorológicos: las lluvias desaparecerían y las regiones fértiles se convertirían en zonas áridas, imposibilitando el cultivo de alimentos. Esto afectaría directamente a más de tres mil millones de personas que dependen del mar como fuente principal de proteínas.
Además de alimentar, los océanos también funcionan como un gigantesco regulador climático. Absorben un tercio de las emisiones de carbono de la humanidad y hasta el 90% del exceso de calor generado por el calentamiento global. Su desaparición desataría un caos térmico en la atmósfera y aceleraría el cambio climático de forma irreversible.
Por si fuera poco, los océanos también han asumido la mayor parte de la carga de la crisis del plástico, actuando como vertederos no deseados de residuos industriales y domésticos. Aun así, han seguido siendo una defensa silenciosa, vital e insustituible para la supervivencia global.
Ante esta realidad, uno de los defensores más persistentes de los mares, el naturalista británico David Attenborough, ha vuelto a alzar la voz con una nueva producción documental que retrata el estado actual de los océanos y los peligros que enfrentan por la actividad humana. Desde la pérdida de arrecifes coralinos, hasta la pesca industrial que priva a comunidades enteras de su sustento milenario, Attenborough lanza una advertencia clara: “Esto es colonialismo moderno en el mar”.
A sus 99 años y con más de siete décadas dedicadas a la divulgación ambiental, Attenborough reconoce que le duele profundamente la destrucción sin sentido del mundo natural. “Espero que esa emoción se transmita”, expresó en una reciente entrevista.
Su vínculo con el mar comenzó en 1957, cuando visitó por primera vez la Gran Barrera de Coral australiana. “Fue una sobrecarga sensorial”, recuerda. “Los peces diminutos nadando entre las ramas de los corales, las estructuras tan distintas entre sí… fue una nueva apreciación de la complejidad de la vida marina”.
Con paisajes inolvidables y un llamado urgente a la acción, la producción ofrece un mensaje de esperanza: aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo. Pero solo si escuchamos la advertencia y protegemos lo que aún tenemos. Porque si los océanos desaparecen, no será solo el fin del mar, sino el inicio del fin de la humanidad.